Entre febrero y marzo, los casos de dengue se multiplicaron en las ciudades y la población vuelve a considerar el impacto de uno de los virus de mayor presencia en Argentina y la región.
Al caracterizarse por alternar temporadas de mayor y menor propagación, esta de 2023 se identifica con olas y dinámicas de expansión en aumento. Según el boletín epidemiológico que confecciona el Ministerio de Salud, en el último parte se registró un incremento del 95 por ciento en relación a los casos reportados en los siete días previos (4.828) y ya se notificó un total de 9.388 infecciones. De ese total, 8.504 no tienen antecedentes de viaje, 582 se encuentran en investigación y 302 fueron importados. Del informe también se desprende que el dengue tiene presencia en 13 jurisdicciones y ha provocado tres fallecimientos, dos en Salta y uno en Santa Fe.
“El aumento de casos de dengue, por lo general, es estacional. Durante febrero, marzo y abril la región de las Américas registra elevaciones que alcanzan picos a partir de la presencia del vector. Este incremento se correlaciona directamente con el mosquito y presencia de personas que tienen dengue”, explica Juan Manuel Castelli, subsecretario de Estrategias Sanitarias del Ministerio de Salud. Al respecto, apunta Juan Carballeda, Investigador del Conicet y virólogo: “Las hembras tienen una manera muy peculiar de picar: van chupando un poquito de sangre de varias personas, a diferencia de otros que en una picada ya se llenan la panza. Por eso, quizás, se piensa que sea muy transmisor de la enfermedad”.
Los insectos, probablemente, sean los animales que más humanos matan. Con una evolución de miles de millones de años, a lo largo de la historia, se las han ingeniado para cumplir con su único objetivo: seguir reproduciéndose. En esta línea, el virus del dengue vive a expensas de sus huéspedes –los mosquitos del género Aedes aegypti– y, desde hace tiempo, desata una problemática de salud pública que no es exclusiva de Argentina. En la actualidad, según la OMS, cerca de la mitad de la población mundial corre riesgo de contraerlo y cada año se producen entre 100 y 400 millones de infecciones.
Temporada alta
El virus emerge por ciclos: si bien en una temporada puede manifestarse con mucha intensidad, luego su propagación disminuye hasta que vuelve a resurgir. “Es interesante lo que pasa con el dengue. Después de temporadas con muchísimos casos, suele haber una o dos de menor circulación viral. Se calcula que gran parte de los infectados con dengue son asintomáticos, por ende, se puede estimar que tal vez haya una inmunidad activa de aquellas personas que se contagiaron y que la protección se prolongue por uno o dos años”, describe Carballeda. Luego continúa: “Esto podría explicar por qué hay temporadas fuertes y otras no tanto. La de 2020 fue una barbaridad y ahora tenemos una con bastante circulación viral”.
Por lo general, aunque la temporada alta se inicia hacia octubre o noviembre, entre febrero y marzo se notifican la mayor cantidad de casos. Son escenarios de temperaturas elevadas que, en esta parte del globo, coinciden con las vacaciones; las personas viajan y trasladan las infecciones con ellas. De esta manera, los casos importados devienen en autóctonos y despliegan la enfermedad fronteras adentro. Hay que tener en cuenta que, como también ha enseñado el Sars CoV-2, los brotes pueden ser explosivos: con uno o dos casos, el dengue puede dispersarse e infectar a toda una ciudad.
Que baje la temperatura
Hasta que no haya temperaturas que desciendan por debajo de la línea de los 18 grados, el combate del dengue será difícil. ¿Por qué? Porque por encima de esa referencia, el mosquito cumple con su ciclo de vida, se desarrolla y conquista la adultez. Es por esta razón que las campañas de prevención y descacharreo deben efectuarse en invierno y comienzos de primavera, cuando solo hay huevos.
“Si bien se trabaja durante todo el año, a partir de septiembre y octubre se articula con las jurisdicciones y municipios, con el propósito de eliminar a los potenciales criaderos y evitar la puesta de huevos. Son mosquitos que en su fase adulta, aunque no tengan dengue, luego picarán a alguna persona que sí tiene el virus y lo transmiten a otra”, relata Castelli. Revisar los recipientes con agua estancada, las macetas, las piletas y hasta los floreros; así como también utilizar repelente abundante puede resultar decisivo. Como dato adicional, vale recordar que las lluvias contribuyen a dispersar el fenómeno, en la medida en que incrementan las posibilidades de reservorios que, en última instancia, terminan por facilitar la proliferación del virus.
Como todo problema de salud pública, los grupos más afectados son los más desfavorecidos económica y socialmente. Si bien se pueden instrumentar campañas de comunicación que inviten a tirar el agua de los tachos, para muchas familias se trata de un recurso que no puede desperdiciarse tan fácilmente. De forma complementaria, es deseable la difusión de mensajes que indiquen cómo cubrir recipientes (para hacerlos inaccesibles a los mosquitos), antes de descartarlos.
Ni vacunas, ni remedios, ni nada
A pesar de intentos valiosos, la ciencia todavía no consiguió desarrollar vacunas efectivas. Sin embargo, una pronta detección puede contribuir a un tratamiento adecuado, basado en hidratación y disminución de la temperatura corporal. No en vano se la conoce como “fiebre rompehuesos”, por el dolor muscular, la cefalea y el malestar general que provoca.
Si la comunidad internacional de expertos y expertas desarrolló en muy poco tiempo una fórmula para prevenir los casos graves y la muerte que provocaba el coronavirus, entonces, ¿qué sucede con el dengue? Una de las respuestas a este interrogante se relaciona con los cuatro serotipos del virus: 1, 2, 3 y 4. De esta manera, si una persona se enferma con uno, obtendrá inmunidad para ese y no para el resto. Si, además, se infectara con otro más de los restantes podría aumentar el riesgo de afrontar cuadros clínicos más riesgosos, con problemas respiratorios y la chance de órganos comprometidos. Afortunadamente, no suelen convivir los cuatro serotipos en un mismo territorio. En Argentina, por ejemplo, no hay prácticamente circulación del serotipo 4 que circula en el vecino Paraguay, mientras que sí hay del 1 y el 2. Su letalidad, según la OMS, es del orden del 1 por ciento.
“Como hay cuatro serotipos distintos, la protección debe ser para todos sí o sí. Una protección parcial contra un serotipo y no contra otro puede traer problemas. Se sabe que en aquellas zonas en las que circula más de uno a la vez, puede contribuir a desencadenar los casos más graves. Una segunda picadura con un serotipo distinto determina una mayor probabilidad de desarrollar los casos más complejos”, advierte Carballeda.
Fuente: Pagina 12.