Gallardo: un regreso histórico para «recuperar el espíritu»

El Muñeco fue presentado y dejó en claro sus objetivos a pocos días de los octavos de la Copa Libertadores.

«Si nos va bien a todos, vamos a ser muy felices”. River es ese “todos” al que se refiere un emocionado, también movilizado y entusiasmado Marcelo Gallardo. Una estatua rodeada por 14 trofeos que les habla a “todos”. A los 45 mil que están conectados al stream del club vía YouTube, a los millones que lo escuchan por la tele o la radio, y a los que leen su primera homilía a través de los sitios de noticias o las redes.

El que habla es un Napoleón impactado, también conmovido por la ausencia de su papá Máximo, quien transita un delicado estado de salud y al que le envía un saludo a la distancia y cargado de lágrimas, esperando tenerlo ahí y “recuperarlo por los pasillos”.

Una enorme figura de un metro setenta que con sus palabras les llega a “todos”. Y también empatiza con el paladar de “todos” cuando admite como objetivo urgente e intangible “que el equipo juegue como el hincha siente que tiene que jugar”.

Rodeado por las Copas del pasado y sobre el altarcito improvisado de la terraza de la San Martín, Gallardo entiende en qué lugar está parado. Admite las dificultades -y el talle- de su próximo desafío. Lo que esperan “todos”. Que es (pero que no es, únicamente) ganar la Libertadores: antes, y con el mismo nivel de apremio, machaca en que hay que “recuperar ese espíritu general: de club y de equipo”.

Un espíritu que, por deducción, siente que se perdió en algún momento de su año y nueve meses de necesario alejamiento. Está ansioso por reactivarlo. Siente que sólo así podrá transformar a este River tan heterogéneo en una versión que haga match con la del apogeo de su gloria.

En sus poco más de veinte minutos de speech improvisado, el Muñeco se dirige a todos. A su familia, a su esposa Geraldine y a su hijo Benja, a sus feligreses, a los invitados ilustres -el Pato Fillol, el Beto Alonso, Oscar Ruggeri, el Chori Domínguez, Hugo Santilli, Rodolfo D’Onofrio y su pareja Zulemita, entre otros- y también a los dirigentes.

A los que encabezan a ese club al que le recetó un reajuste. Y en un acto que dejó señales geográficas y políticas que hablaron por sí mismas: Enzo Francescoli, aún secretario técnico y mentor de la primera venida del Muñeco, se quedó afuera de la foto mientras que Jorge Brito sí entró en cuadro.

Un presidente que celebra con el retorno de MG el éxito de una jugada de alta política en medio de su gestión de la crisis, incluso cuando el regreso repercutirá en el mapa interno: la centralidad a partir de ahora será del Muñe. Con el peso de su figura. Y de su opinión. Para bendecir éxitos o para señalar desaciertos.

Nada en River está por fuera de Gallardo. Un técnico que se anuncia lleno, con la batería completa. Que reconoce que su retiro cuasi espiritual de 21 meses -únicamente interrumpido por el desafío inconcluso en Arabia Saudita- le permitió hacer “un reacondicionamiento” ligado tanto a la “renovación de energías” como a la recuperación de “espacios personales de mi vida”. Esos hobbies y actividades -desde el pádel y el golf que lo entretienen hasta su paternidad con la holgura del reloj- que había perdido acaso por la vorágine de la agenda del fútbol de élite.

Pero, ¿para qué meterse en este quilombo, entonces? Le alcanzaron 1.399 palabras para explicarlo. El Muñeco quería volver a sentir el olor a pasto que pudo disfrutar cuando, pasadas las 18, encabezó su primer entrenamiento en el Monumental. Allí empezó a organizar los vagones de “un tren que ya está en marcha”. El que hace diez días perdió a su locomotora (Demichelis, ausente en su discurso) por coquetear patológicamente con el descarrilamiento.
El objetivo que lo «estimula»

Mientras en los alrededores del Monumental todavía se secaba el pegamento de los afiches de bienvenida y en las redes continuaba viralizándose la cartelería digital, un Gallardo de camperón se disponía a comenzar el ciclo. Pensando en el desafío que lo “estimula”: competir en la Libertadores.

Un torneo para el que sumó dos refuerzos que serán tres o quizás cuatro, dependiendo del devenir de las gestiones. Todos talentos que el Muñeco aspira a que marquen la diferencia en un certamen en el que “no podés llegar mal a un partido”. En el marco del primer gran paso que necesita dar: el de “recuperar la respuesta” de “un muy buen equipo que tiene que volver a crecer, a sentirse confiado”. Y al que puso en valor al destacar lo que logró pese a las piñas.

“Si vamos a jugar los octavos de final de la Libertadores, es porque el equipo hizo bien las cosas. Lo que tenemos que pensar es en adelante, en cómo construimos el mejor equipo posible”, asumió responsabilidades escudando a esos jugadores que vienen de ser reprobados frente a Godoy Cruz y Sarmiento. Respaldándolos para que se los indulte. Porque -como rezó el eslogan de su vuelta- esta es una nueva historia.

Una que el Muñeco se desvive por disfrutar, sintiéndose “un privilegiado”. Un hombre que tiene el poder para transformar a River si es que el equipo le responde con la misma facilidad con la que le obedecieron los hinchas presentes en el acto: los calló/retó en plena conferencia, cuando ensayaban una estrofa inapropiada contra Boca.

Es cierto que el Muñeco sabe que está frente a uno de los desafíos más exigentes de su carrera. Que sumarse en pleno semestre implica un riesgo, pero también conoce que hay demasiado por ganar y poco por perder. Por eso tiene “muchísimas ganas” de poder bajar un mensaje enfático y que se vea expresado en los partidos y los torneos que vendrán.

Porque si le va bien, “todos serán muy felices”.

Por Nico Berardo

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