Kamala Harris ha concluido el proceso de selección de su compañero de fórmula con la designación de Tim Walz, actual gobernador de Minnesota, que compareció junto a ella en un mitin celebrado en Filadelfia tras el anuncio el martes 6 de agosto. Hasta la noche de su presentación oficial, el nuevo candidato demócrata a la vicepresidencia era un gran desconocido para la mayor parte del público estadounidense: hasta un 71% admitía no haber oído hablar nunca de él.
Sin embargo, tras una dilatada ronda de consultas y entrevistas que se inició en el mismo momento en que quedó claro que ella sería la heredera de Joe Biden al frente de la nominación presidencial demócrata, Harris acabó descartando los perfiles de mayor popularidad –Josh Shapiro, Mark Kelly o Andy Beshear, entre otros– en favor de este desconocido gobernador procedente del Medio Oeste estadounidense.
Aunque pilló a muchos observadores por sorpresa, la decisión de Harris parece haber logrado la aprobación de la práctica totalidad de los cuadros y de las élites demócratas, unidos, como habría sido inimaginable unas semanas antes, en la convicción de que es posible derrotar a Donald Trump y de que, por lo tanto, vuelve a haber partido.
¿Quién es Tim Walz?
El hombre elegido para acompañar a Harris en el nuevo ticket presidencial no responde al prototipo habitual de los candidatos del Partido Demócrata. Por ejemplo, es el primero que no ha estudiado Derecho desde Jimmy Carter (1977-1981). Nacido en el año 1964 en Nebraska –un estado del interior del Medio Oeste–, la trayectoria vital y profesional de Walz difiere significativamente de la de la mayor parte sus predecesores.
El hoy gobernador fue criado en una comunidad rural del noroeste de Nebraska, en el seno de una familia católica de ascendencia irlandesa, sueca y alemana. Su madre trabajaba como ama de casa y su padre era profesor y veterano de las Fuerzas Armadas estadounidenses, en las que había servido durante la Guerra de Corea.
Interesado en seguir los pasos de su padre, el día después de cumplir los 17 años, Tim decidió alistarse en la Guardia Nacional, una fuerza de reserva militar del Ejército. Al principio, compaginó su vocación militar con sus estudios universitarios y, cuando en 1989 logró graduarse en Ciencias Sociales, pasó a trabajar como profesor de geografía.
Tras contraer matrimonio, se trasladó a un instituto de Minnesota, el estado natal de su mujer, donde se encargó de vez en cuando del comedor y se hizo entrenador del equipo de fútbol americano. En todo caso, Walz no abandonó la Guardia Nacional y se esforzó por hacerla compatible con su oficio. A lo largo de su prolongada carrera militar, fue enviado a distintas misiones en Texas, Arkansas, Italia o el círculo polar ártico, aunque nunca llegó a entrar en combate.
La forja de un político (2006-2018)
Walz se retiró de la Guardia en 2005, habiendo alcanzado el rango de sargento mayor, con más de 40 años de edad y tras 24 años de servicio. Lo hizo en el momento en que tomó la decisión de dar el salto a la política y presentarse como candidato demócrata a la Cámara de Representantes por el primer distrito congresual de Minnesota, una circunscripción predominantemente rural, compuesta por votantes próximos a la órbita republicana. La campaña de Walz trató de presentarlo como un demócrata moderado y se centró en las críticas a los recortes fiscales a Wall Street y en su oposición personal a la guerra de Irak, que se volvía cada vez más impopular entre el electorado estadounidense.
Contra todo pronóstico, Walz venció a su rival republicano, que llevaba representando el distrito durante doce años, con un 53% de los votos. Su victoria se vio favorecida por la amplia marea azul que recorrió todo el país en aquellas elecciones de 2006 y que sirvió de antesala a la que llevaría a Barack Obama a la Casa Blanca dos años después. En 2008, Walz volvió a ganar con un 62% de los sufragios, convirtiéndose así en el segundo representante del distrito ajeno al Partido Republicano en salir reelegido. Los resultados de los comicios de 2010, 2012 y 2014 le permitieron sobrevivir al avance del Partido Republicano y seguir revalidando su mandato, aunque por un margen cada vez más estrecho.
Durante sus años como representante, Walz se demostró un hábil negociador que destacaba por su capacidad para atraer el voto republicano hacia muchas de sus iniciativas. Aunque la mayor parte de sus posiciones políticas en aquel momento podrían considerarse de centroizquierda, se erigió al mismo tiempo en un firme defensor del derecho a portar armas y recibió el apoyo explícito de la Asociación Nacional del Rifle. Walz, un cazador aficionado, no modificaría su posición al respecto hasta el tiroteo de la escuela de Parkland (Miami), ocurrido en 2018; años después, ya como gobernador, impulsará una serie de piezas legislativas destinadas a restringir la posesión de armas en Minnesota.
Las elecciones de 2016 le dieron de nuevo la victoria, pero en esta ocasión por apenas un 0,7%: 2.548 votos le salvaron de una derrota que podría haber marcado un punto final en su carrera política. Aquella misma jornada, Trump ganó las elecciones presidenciales en el distrito por casi 15 puntos de diferencia con Hillary Clinton.
Gobernador de Minnesota (2018-2024)
Consciente de que la circunscripción que representaba desde hacía diez años se había ido derechizando y de que era muy posible que en las próximas elecciones la perdiera, Walz decidió renunciar a la reelección y presentarse como candidato a gobernador de Minnesota en las primarias del Partido Demócrata de 2018. Sus principales rivales eran la diputada estatal Erin Murphy, que tenía el apoyo del aparato del partido y del gobernador saliente, y Lori Swanson, fiscal general de Minnesota. Walz se impuso a ambas con una mayoría simple del 41% de los votos, gracias al fuerte respaldo recibido en su distrito y a la división del voto de sus contrincantes.
Unos meses después, fue elegido gobernador con un 54% de los sufragios frente al 42% obtenido por su rival, el republicano Jeff Johnson, que ya había sido derrotado en las anteriores elecciones. Pese a ello, el candidato republicano se había impuesto en las primarias de su partido sobre Tim Pawlenty, que había sido gobernador de Minnesota entre 2003 y 2011 y, dada su amplia popularidad entre la población, aspiraba a un tercer mandato. Es posible que, de haber sido Pawlenty el candidato republicano, los resultados de las elecciones a gobernador hubieran sido mucho más ajustados.
En 2022, el ya gobernador consiguió la reelección con un margen ligeramente inferior al de cuatro años antes: mientras que logró incrementar sus niveles de apoyo en las áreas urbanas –particularmente en las ciudades gemelas de Minneapolis y Saint Paul y sus conurbaciones–, perdió votos en las zonas rurales y en su antiguo distrito congresual, que, como él mismo había previsto, llevaba en manos republicanas desde 2018.
Durante su segundo mandato, ha abanderado y conseguido sacar adelante un amplio abanico de leyes y medidas sociales, tales como la prohibición de las terapias de conversión, la codificación del derecho al aborto, la gratuidad de las comidas escolares y de las matrículas universitarias para familias con pocos recursos, la legalización de la marihuana con fines recreativos, y el establecimiento de permisos y bajas por enfermedad remunerados.
¿Una elección acertada?
Aunque estas políticas se han demostrado enormemente populares entre las bases demócratas, es probable que no hayan servido para acercarlo a los votantes rurales del Medio Oeste que constituyeron su base electoral primigenia y que hoy se encuentran mucho más próximos al Partido Republicano y a figuras como JD Vance.
Por ello, sería cuando menos aventurado asegurar que su elección como compañero de fórmula de Harris servirá para atraer a los votantes blancos sin estudios universitarios que hoy conforman la base social del movimiento MAGA; al contrario, Walz debe su doble elección como gobernador al apoyo de una heterogénea coalición de minorías urbanas y de blancos con estudios procedentes de los suburbios. De hecho, su misión consiste precisamente en volver a ganarse su respaldo a fin de frenar el regreso a la Casa Blanca de un Trump que, hasta la retirada de Biden, parecía imparable.
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Así, la elección de Walz como compañero de fórmula de Harris responde, en primer lugar, a un motivo obvio: los complejos equilibrios demográficos que exige la política electoral estadounidense hacían necesario que a la primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática candidata a la presidencia estadounidense la acompañase un hombre blanco.
Para contrarrestar la imagen de Harris, californiana, como perteneciente a una élite costera desconectada de la realidad del estadounidense medio, era recomendable, además, elegir a un candidato procedente del Medio Oeste o del conocido como cinturón del óxido, las áreas en decadencia industrial del nordeste y el interior del país. Ni Shapiro ni Kelly, finalistas en el proceso de selección del candidato a vicepresidente pero residentes en la costa este, ejercían de suficiente contrapeso.
Entre las principales fortalezas de Walz, destacan no solo su perfil demográfico o su procedencia geográfica –que, aunque determinantes en la elección, es posible que no muevan tantos votos como pueda parecer–, sino su experiencia al frente de una Administración –más vasta y exitosa que la de Shapiro, por ejemplo, que fue elegido gobernador de Pensilvania en 2023– y su carácter alegre y campechano.
Su definición de los republicanos como “raros” se hizo viral en redes sociales y captó la atención de la campaña de Harris: un gobernador prácticamente desconocido podría haber dado con la tecla para convencer a muchos indecisos que, hasta aquel momento, habían sido incapaces de conectar con el tono solemne y apocalíptico de la campaña de Biden y con sus llamadas a salvar la democracia de la amenaza de Trump. Sin embargo, aquellos mismos indecisos parecían observar con mucha más simpatía a aquel gobernador afable y cordial, que lanzaba mensajes en positivo frente a unos republicanos con ideas ultramontanas que se mostraban enfadados con el mundo, pero que quizás eran simplemente eso, “raros”.
Pese a ello, Walz ha recibido críticas por su escasa capacidad oratoria y se ha cuestionado la oportunidad de su procedencia: Minnesota es un estado firmemente azul que, aunque competitivo en las últimas elecciones –Trump estuvo a punto de ganarlo en 2016–, ha votado a candidatos demócratas ininterrumpidamente desde 1972. Pensilvania, en cambio, es un estado púrpura fundamental en la carrera por la presidencia, y la elección de un vicepresidente con vínculos con ese estado podría haber servido para inclinar la balanza hacia el lado de Harris.
Por otro lado, antes de su nominación oficial, Walz había logrado el apoyo de perfiles tan dispares como la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y el senador por Vermont Bernie Sanders. El gobernador de Minnesota también contaba con el apoyo de los sindicatos. En este sentido, la elección de Walz, aunque pueda interpretarse como una victoria del ala izquierda del Partido Demócrata y sirva para acusar a Kamala de haber cedido a sus presiones, era segura en la medida en que podía garantizarse que no rompería la unidad en el seno de la formación. Al fin y al cabo, la elección de un candidato a vicepresidente rara vez suele tener un peso decisivo en las urnas y, por lo tanto, el objetivo primordial no es que este desempeñe un papel clave en la captación de nuevos votantes, sino que no ahuyente a los que ya están asegurados.
Tim Walz presta juramento como gobernador de Minnesota. Tim Walz presta juramento como gobernador de Minnesota. Fuente: Lorie Shaull – bajo CC BY-SA 4.0
Y, aunque algunos analistas señalan la posibilidad de que el ticket demócrata se haya quedado demasiado escorado a la izquierda para el votante estadounidense medio y, en consecuencia, acabe empujando a los swing voters hacia Trump, lo cierto es que la designación de Shapiro, representante del ala derecha y firme partidario del Estado de Israel, podría haber desembocado en la abstención de amplias bolsas de votantes de izquierdas –sobre todo, jóvenes y de origen árabe– esenciales para que los demócratas ganen las elecciones en algunos de los estados clave.
Además, las acusaciones a Walz como un peligroso izquierdista, referidas en su mayor parte a su presunta laxitud durante los disturbios tras el asesinato de George Floyd, parecen haber quedado desactivadas con la filtración de un audio de Trump de 2020 en el que alababa su actuación y diligencia a la hora de enviar a la Guardia Nacional.
En la mente de Kamala Harris
En resumen, son muchas las razones que pueden haber llevado a Harris a elegir a Walz, pero, entre ellas, muchos expertos olvidan a veces las más sencillas. Según la información disponible, cuando la vicepresidenta se entrevistó con Walz, un hombre con el que apenas había tenido relación hasta la fecha, halló una suerte de conexión o sintonía personal que no debió de darse en los demás casos. Además, el gobernador de Minnesota acaba de cumplir 60 años, la misma edad de Harris, por lo que entre ellos existe, seguramente, una cierta complicidad generacional.
En todo caso, el factor más relevante para Harris debió de tener que ver con la aparente falta de ambición de Walz, que no dio muestras de aspirar a hacerle sombra ni a aprovechar la vicepresidencia como un trampolín hacia la Casa Blanca. A diferencia de Shapiro, el gobernador de Minnesota expresó simple y llanamente su deseo de contribuir en la medida de sus posibilidades a impedir un segundo mandato de Trump y se mostró dispuesto a desempeñar un papel secundario, en un discreto segundo plano, durante una hipotética presidencia de Harris; parecido al que ella misma ha desarrollado durante la Administración de Biden.
Por el momento, el ticket Harris-Walz ha tenido éxito en su empeño de transmitir una imagen moderna y rejuvenecida y, de este modo, parece haberles dado la vuelta a las encuestas y haber tomado la delantera en una carrera a la que, no obstante, aún le pueden quedar muchas curvas. Y ni los republicanos ni los demócratas olvidan que, al final, los resultados de las elecciones estarán en manos de un puñado de votantes desperdigados por algunos de los estados clave. ¿Sabrá Walz ganarse su apoyo?
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