A pocos días de nacer, el costado derecho del rostro de Matías Melnik se agrandó hasta formar un tumor. Padecía una variante poco común de la enfermedad. Los médicos pensaban que no iba a sobrevivir. Por su fortaleza, su caso fue presentado en diversos congresos del mundo. El joven se inspiró para tratar de salvar otras vidas.
Matías, una vida de fortaleza y superación. “Me dijeron que el hecho de que sobreviviera fue un milagro. Los médicos estaban esperando las primeras 48 horas para saber si me moría o no. No solo sobreviví, sino que los especialistas estaban tan asombrados que hacían fila para verme caminar de la mano con mi papá. Hasta llegaron a preguntarle a mi mamá de dónde me robó, porque según ellos no era humano, más bien un extraterrestre. Ya que no había registros en el país en cuanto a la rareza del tumor, por lo cual los médicos que me atendían iban por congresos en el mundo pidiendo ayuda para tratarme”, comentó con sencillez el joven de 21 años.
Hoy, el sol de la vida alumbra y da calidez como nunca. Pero no olvida los momentos dramáticos vividos. Matías Melnik superó un cáncer muy extraño para esa época, se trataba de un tumor neuroectodérmico primitivo. En sus primeros años de vida se convirtió en un sobreviviente que marcó un antes y un después en el campo de la medicina.
A sus 21 años inspirado por los médicos que lo ayudaron a transitar esta enfermedad y porque prácticamente se crio en el Hospital Italiano de Buenos Aires, decidió estudiar medicina para ser como los que le salvaron la vida y así repetir la historia. Actualmente está en el cuarto año de la carrera en la Universidad Católica de Misiones.
En primera persona
Matías relató su historia con ayuda de Clarita Nélida Klimczuk, su madre. “A los siete días de nacido tuve una masa que empezó a crecer en el área de la parótida y la oreja. Fuimos al pediatra a consultar y junto con la ecografista intentaron descartar causas infecciosas, como paperas, etc. Pero al no encontrar un diagnóstico certero me derivaron al Hospital Italiano en Buenos Aires“, comentó. Luego, contó que procedieron a realizarle los estudios y, en primer lugar, “los médicos llegaron a la conclusión de que era un hemangioma de parótida, un tumor benigno que por lo general desaparece con el tiempo”, inició su historia.
Para los médicos, el caso de Matías Melnik rompió con todos los pronósticos, al punto de definirlo como “un milagro”. Esas fueron las palabras que le dijeron a su mamá, Clarita, que recuerda la odisea que vivieron hace casi dos décadas y un solo adjetivo se le viene a la mente para describir cómo fue: “Terrible”.
En diálogo con Infobae, ambos cuentan que fue muy difícil para toda la familia, que tuvo que separarse físicamente para poder afrontar un tratamiento oncológico en Buenos Aires. Durante un año y un mes, madre e hijo estuvieron en la capital porteña sin poder regresar a su casa: el desconcierto y la seguidilla de diagnósticos hasta dar con el que creían menos posible, había comenzado a los siete días de vida del actual estudiante de medicina, cuando descubrieron que cerca de la oreja tenía un tumor maligno.
Una infancia en hospitales
“Me crie en hospitales, pasaba la mayor parte del tiempo ahí, y aunque no tengo tanto recuerdo de las sesiones de quimio porque tenía catorce meses cuando empecé, sí me acuerdo de los controles que tuve que hacerme durante seis años hasta que me dieran el alta”, explicó Matías.
El joven continuó. “Entonces con ese diagnóstico me mandan a mi casa, pero a los 3 meses después de la consulta tuve una parálisis facial. Tuvimos que movernos urgente al hospital devuelta, durante el proceso y mientras investigaban qué me pasaba, los médicos se dan cuenta de que era un tumor neuroectodérmico primitivo. Este era un tumor de origen nervioso que comprometía al nervio facial”.
Tumor neuroectodérmico primitivo
Según el Instituto Nacional del Cáncer, un tumor neuroectodérmico primitivo es un tipo de tumor maligno que se origina en las células del sistema nervioso central, como el cerebro, la médula espinal o el tejido nervioso periférico. Generalmente se encuentran en niños y adultos jóvenes. Forman parte de un grupo de tumores que se forman en el ectodermo, la capa más externa de las células de un embrión al comienzo del desarrollo.
En cuando el tratamiento, el primero es la realización de una cirugía, si es posible. El objetivo de la misma es obtener tejido para determinar el tipo del tumor y extirpar la mayor cantidad posible de este sin que se produzcan más síntomas.
Los pacientes suelen recibir tratamientos adicionales que incluyen la radiación, quimioterapia o la participación en ensayos clínicos. Después de la cirugía se suele administrar radiación a los pacientes a partir de los tres años de edad, tal vez dirigida al cerebro y la médula espinal. A veces hay otras opciones de tratamiento disponibles como la participación en ensayos clínicos con quimioterapias nuevas, las terapias dirigidas o los medicamentos de inmunoterapia.
Matías comentó la particularidad de lo que padeció. “Lo más raro es que en ese momento no había en todo el mundo algún registro del caso en infantes, sólo en adultos, y si los había, se localizaban en el riñón o el testículo. Entonces durante ese proceso se trató solamente de probar distintos tratamientos, porque no había absolutamente nada escrito para lo que yo tenía en ese entonces”.
Los médicos estaban tan comprometidos en el caso que todos se involucraban. “Siendo así, empecé con la quimio, con 14 protocolos, y a medida que iba pasando el tiempo, notaron que vio esto hizo efecto, a tal punto de que me iban a poder operar. Entonces llegó el día me operaron cuando tenía casi 2 años, fue el 31 de julio de 2003. La cirugía duró 15 horas, ese día cerraron los quirófanos del hospital porque todos los del área de la salud estaban conmigo durante ese momento”.
El valor de la familia
El apoyo y la unión familiar fue vital. “Durante ese proceso estuve con mi mamá el tiempo que duró el tratamiento, que fue aproximadamente un año y un mes. Mi papá iba cada vez que el trabajo se lo permitía y mi hermano mayor se quedó con mi abuela”. El padre de Matías, Carlos Melnik trabajó muy duro para poder financiar el tratamiento de su hijo, todo un sacrificio familiar por el bien de su hijo.
El propio testimonio de la madre pone más dramatismo a la historia. “Yo no estaba acostumbrada a ir sola ni al médico, mi esposo siempre me acompañaba, y de repente tuve que quedarme sola en Buenos Aires con Mati. No fue fácil para nadie, porque tuve que desprenderme de mi otro hijo, que en ese momento tenía 3 años, y se quedó con la abuela; y mi marido seguía trabajando para mantener los gastos”, recordó Clarita.
Resultados positivos
Contra todo pronóstico, Matías apenas tuvo secuelas. “Después de la cirugía tuve que hacer radioterapia (rayos), más que nada para consolidar el tratamiento. En cuanto a todas las secuelas que esperaban que tenga, solo me quedaron del lado estético. No tuve ningún trastorno neurológico, ni cognitivo que era lo que esperaban que yo tenga”, explicó el joven.
Finalmente, el proceso terminó de la mejor manera. “Después de pasar por la radioterapia fueron controles más que nada, primero cada 3 meses, después cada 6 y finalmente durante cada año. Hasta que en el 2009 me dieron el alta oncológica, es decir, que estaba libre de cáncer”, precisó Matías.
Pero su paso por los hospitales no terminaría en ese momento. “En la adolescencia me di cuenta que me incomodaba un poco las secuelas estéticas, por lo que decidí hacerme procedimientos estéticos desde el 2013 al 2018. Pero en cuanto a rehabilitaciones no necesité nada, es más, volví y ya empecé el colegio. Jamás necesité adaptación ni educación especial, siempre fui de buen rendimiento académico, también jugué al fútbol mucho tiempo y nunca tuve ninguna incapacidad, más allá de la pérdida de audición del lado derecho al sacarme el oído durante la cirugía del tumor. Pero después de eso no tengo ninguna dificultad”, especificó.
Amor propio y fortaleza de vida
A pesar de todo, Matías da una gran lección sobre el amarse y valorarse a uno mismo. “En este tiempo nunca sentí que me hicieran bullying o algo por estilo. Por ahí la gente de curiosa a veces se me queda mirando, antes de cuando era más chico me generaba algo de incomodidad, pero ahora después de empezar la facultad me di cuenta de que es parte de mí y que sin todo esto no sería realmente el Matías que soy. Por eso ya lo acepté y me siento bien como estoy ahora”, desarrolló el joven quien mantiene una fortaleza pocas veces vista.
Su pasión en la medicina comenzó desde muy pequeño, así lo comentó el joven estudiante. “En cuanto a la medicina, me crie prácticamente en el hospital. De hecho, mi mamá siempre cuenta que yo decía que iba a ser doctor. Si bien en mi niñez, también en la adolescencia pensé en dedicarme al fútbol porque realmente me iba bien, el deseo de ser médico me pudo más”.
Precisamente, el joven recordó que todo comenzó “cuando veía a los médicos haciéndome las cirugías reparadoras y como me atendían, siempre pensé en que quería ser como ellos. Siempre tuve en mente hacer cosas que cualquiera no lo haría o cosas que te vuelen la cabeza y ayuden a la salud o bienestar de los demás. En síntesis, fue bastante fuerte todo lo que viví y eso involucró mi decisión de elegir estudiar medicina”.
Futuro cirujano
Matías añadió qué áreas le gustan más. “En cuanto a mi especialización, estoy entre dos actualmente: cirugía y anestesiología. Me gusta mucho lo que es el campo quirúrgico”, comentó con entusiasmo e ilusión. Destacó la fe en Dios como una gran fortaleza para las causas imposibles y decidió transmitir ese mensaje a los lectores. “Me gustaría decirle a la gente y en especial a los chicos que pasan por una situación similar, que primero tengan fe y crean en que Dios porque realmente existe y los milagros también, de hecho, un milagro está hablando hoy en día”.
También dedicó unas palabras a las personas que transitan diversos tipos de enfermedad. “Obviamente decirles también que crean, confíen y adhieran a los tratamientos. Asimismo, que se hagan controles médicos y que el cáncer es una patología que, si se detecta a tiempo, realmente hay posibilidades muy altas de vencerlo”, expresó Matías con esperanza.
Su pasión por la música
Además de ser un excelente estudiante, Matías comentó su pasatiempo preferido. “En cuanto a otra de mis pasiones aparte de la medicina, me encanta la música y en especial tocar la batería. De chico empecé a ir a la iglesia y siempre veía al baterista, en ese entonces tenía 6 ó 7 años”.
En ese sentido, comentó que “recién pude tomar clases a los diez años y de ahí fui aprendiendo con la ayuda de un profesor aproximadamente cuatro años. Hasta que finalmente me pudieron comprar una batería y desde ahí siempre toque en mi iglesia, llevo tocando ininterrumpidamente seis años ahí”.
Fuente: Canal 12